10 y 11 de octubre
El silencio es la única respuesta que me queda. Ante la desconsideración y la indiferencia, yo ya no me pierdo en discusiones, ni me sumerjo en el drama. Me alejo por respeto a mí misma, para proteger mi bienestar con límites sanos.
He tratado de tenderte la mano siempre, pero cada vez que lo hacía, la sentía rechazada. Te he escuchado, he sido comprensiva, he intentado estar ahí, incluso cuando me cerrabas la puerta. Me ha dolido verte elegir estar ausente, fumado, en lugar de hablar conmigo. Ver cómo te consumías en tu malestar y sentirme impotente, sin que me dejaras ayudarte. Y lo peor es que llegaste a interpretarlo como si fuera yo quien no te prestaba atención, frustrante. Esa desconexión que creaste conmigo ha sido muy injusta, mientras yo intentaba acercarme, tú te alejabas más.
Tengo un desgaste emocional enorme por toda esa inestabilidad. Nada justifica tu repetida falta de consideración ni tus desaires. Que a penas te preocupases por mí dejó de importarme. Hasta ese menosprecio se volvió irrelevante. Y no, no lo merezco. Seguro he tenido desaciertos, te pido disculpas, pero incluso en mis caídas me he mantenido ahí, velando por ti, preocupándome, animándote, intentando que estuvieses bien.
No es la distancia física lo que te ha separado de mí, sino el desinterés. Esta historia la conocemos, se ha dado ya antes. Y aunque ninguno de los dos tiene la culpa, debemos ser sinceros, asumirlo y al menos reconocerlo.
Si te quieres ir de mi vida, no te voy a convencer de lo contrario, ni un solo segundo. Sólo hubiera preferido que me lo hubieras dicho, de forma honesta. Has estado evitando esa conversación incómoda, y lo has hecho de malas maneras, por eso yo ya no quiero tenerla. Aunque me duele mucho, acepto que ya no soy parte de tu vida.
He sentido que intentabas sabotear lo nuestro, esperando a que yo me enfadara, explotara y… te dejase. No entiendo ese comportamiento, es indigno, no te conozco así. Absoluta decepción, triste aprendizaje. He mantenido la positividad y la calma, he tenido toda la paciencia, he justificado cada día gestos feos, desafectos… y no conseguiste ni una mala palabra por mi parte.
Lo único que conseguiste fue algo mucho más profundo: sembraste en mí la idea de que yo no quiero esto, así no. Ese pensamiento hasta hace poco me hubiera parecido absurdo. Sin embargo, y muy a mi pesar, lo has ido alimentando, tanto, que se ha convertido en una decisión. No es lo que quería, pero es lo que necesito.
Sé que no es el mejor momento, y de verdad quería esperar a que estuvieras mejor en la bodega, pero no puedo más. Y creo que para ti incluso es un alivio, yo estoy haciendo el «trabajo sucio», como te dije, creo que era lo que buscabas.
Estoy invadida por una tristeza incontrolable. Me siento perdida, desencantada. Una mezcla de nostalgia y derrota. Tenía toda la ilusión y todas las ganas. No puedo eliminar de un plumazo lo que siento por ti, pero tampoco puedo permitir que esta situación se alargue más. Como me dijiste tú en Playa América: me voy queriéndote mucho.
Lamento de verdad lo que sea que yo haya dicho o hecho que también la haya propiciado. Y te agradezco infinito los preciosos momentos que hemos compartido. Así q perdón y gracias, las dos palabras que prohibimos al principio, van a cerrar el final.
Por favor, respetemos el silencio entre nosotros, será lo más sano y sensato para todos. Sin rencores, sin malos entendidos. El tiempo hará que recordemos con cariño los maravillosos momentos que tuvimos, esos quedarán. Cuídate.
Recuérdanos así ♥
